Mi gato es Mi Perro
Mathieu Jaegert
—No le entiendo, es un gato.
—Sí, es un gato.
—Sigo sin entender.
—No me gustan los gatos.
—¿Y por eso ha venido?
—¡Claro que no! He venido porque Mi Perro escucha detrás de la puerta.
—¿Y ha venido con su gato?
—Sí, ya se lo he dicho, Mi Perro es un gato.
—¿Y también tiene siete vidas?
—¿Perdone?
—No importa, siga. Mire, no sé cómo decirlo, su perro...
El veterinario buscaba las palabras.
—¿Mi Perro?
—¿Por qué no lo ha traído?
—¿Lo está haciendo adrede? Mi gato se llama Mi Perro.
—¡Ah, vale! ¿Así que este gato es su gato y su gato se llama Mi Perro?
—¡Ya ve que solo tenía que esforzarse un poco!
—¿Y tiene un gato, aunque no le gustan los gatos?
—Mire, doctor, es una historia bastante complicada, así que no la complique más, por favor.
—Son las preguntas habituales para saber qué tipo de especialista necesita... En fin, necesita su gato, Mi Perro.
—Vale.
—Bueno, sigamos. ¿Y por qué le puso Mi Perro?
—¿Ha visto alguna vez un gato que acuda cuando le llaman? Mi mujer y yo pensamos que así sería más fácil. Como una forma de domesticarlo. «¡Sentado, Mi Perro!», y entonces aparece el gato.
—¿Y funciona?
—¡Pues no, precisamente!
—Precisamente, ¿qué?
—Que por eso hemos venido.
—Me acaba de decir que escucha detrás de la puerta, no veo la relación.